3 dic 2013

Enferma

El día que me tocó esperar en la sala de emergencias (frente al cuarto de tomografías, entre los pasos de la gente impaciente y esperanzada) sentí como el color verde pastel empezaba a darme nauseas.
Desde las paredes, las sillas, los pisos y los letreros. Como una gran mancha patética que cubría todo.

Las luces eran tan tenues que evocaban a la depresión. Eran la 1:00 AM, estaba la sala prácticamente vacía, la resonancia de los pasos al caminar, programas de TV y susurros era todo lo que inundaban los pasillos.

Me daba risa.

Tenia casi cuatro horas en aquel lugar, entre las condiciones precarias y las camillas no dejaba de vacilar. "Este lugar es lo mas cercado que se ha de estar de la vida" me dije a mi misma, sin embargo me parecía un cementerio de sueros, pastillas y risas burlescas con olor a farmacéutico.

El turno "91" tenia horas inmóvil, no había ningún paciente en espera; es cierto. Pero estoy segura que si lo hubiese, el tiempo hubiese pasado igual de lento.

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